jueves, 14 de marzo de 2019

Tierra de perros, Miseria al miserable y los espejos astillados


He aquí otra pequeña reflexión/historia que con tan peculiar título o títulos me veré en la necesidad de fragmentarla en tres partes para su amena lectura, la primera es una historia que tuvo lugar hace ya bastante tiempo y me parece era necesaria un poco más de experiencia en mi vida para comprenderla mejor, aun desconozco si fue la mejor manera de reaccionar la que yo cometí, pues fuera de las consecuencias o “Karma” que me generé en ese momento, reconozco que la violencia solo genera más violencia, aunque en ocasiones he sido testigo que la violencia, viéndola como una descarga energética que genera nuestro organismo, si está bien gobernada y bien dirigida, el que acciona puede estar en lo correcto, es decir, que un buen putazo a alguien puede incluso ayudarlo a despertar, no quiero justificar la violencia, pero creo que en una conciencia más elevada y en nombre de la libertad, la verdadera libertad, puede existir una violencia sin intenciones de hacer daño, por más paradójico o inverosímil que parezca.



1
Tierra de Perros

Por mucho tiempo viví en un pueblito de descalzas gentes (pueblito porque a mi manera de ver todos son pueblos, diferentes unos de otros en estética económica quizás, vestimentas, dimensiones o número de habitantes, pero todos pueblos vecinos, en este caso descalzos porque era o es algo pobre económicamente, pues hay muchos tipos de pobreza, y gentes porque todos somos gente) donde abundaba perros callejeros, un tema bastante triste que quizás aborde algún día, ahora me centro en un evento que dio lugar en esta tierra de perros, a unas cuadras de mi hogar llegó a tomar refugio un ya anciano can, bastante agotado por el peso de la edad y cuyas características en su cuerpo de animal daban a entender que fue abandonado, claro que uno podía llegar a esa conclusión por ser un casi habito de las personas que viven en aquella tierra de perros, su cola y sus orejas habían sido mutiladas en algún tiempo con propósitos meramente estéticos, en algún momento un nefasto personaje me dijo que se le tenían que cortar porque cuando se pelean, aquellas extremidades figuran como elementos que pueden ponerlo en desventaja ante un ataque en una batalla, así que a este descendiente de lobos lo mutilaron en su juventud muy probablemente con intenciones de combatirlo o para protección, ambas intenciones de rancio origen, la primera es vergonzosa y sinceramente no hay palabras para definir tan estúpido pensamiento como el creer que hay “perros de pelea” y doy por aclarado que me importa una verga que exista una siniestra contradicción a esto, afirmo que no existen perros u otros animales de “PELEA” y por la segunda intención igual de triste, este familiar de los cánidos de raza popular pitbull que de haber servido para proteger un domicilio y como pago recibió el abandono, dejándolo a su suerte cuando pareciera no poder ya cumplir aquel trabajo, se encontraba resguardándose de los fríos vientos infectos de la contaminante actitud de sus mejores disque amigos los humanos, pasando sus días bajo el óxido de un camión que en la mayor parte del día se estaba estacionado siendo cargado de diferentes pedazos de metal de un negocio de fierro viejo mañanero de unos cuantos humildes caballeros que a pesar de la apariencia mugrosa y roída de sus ropajes que dejaba aquella jornada de desarme de electrónicos y muebles rescatando el preciado metal, dejaron que aquel pariente de coyote dormitara bajo la carrosa mientras esta era cargada, brindándole ocasionalmente agua y alimento a este bello animal, más pronto que tarde los vecinos que solo se unen y organizan para chingar a otros vecinos, unieron fuerza y algo de prejuicio para cerrar aquel negocio de ruidosa naturaleza y así poder escuchar en armonía sus chismosas charlas y chaqueteros pensamientos, para bien o para mal el negocio de fierro viejo cierra y ahora el can se encontraba al intemperie protegido solo por el muro de la vacía y abandonada morada donde se recargaba, en ese entonces le brindaba yo un poco de alimento y agua dentro de lo que cabía en mis posibilidades de estudiante, además el mismo pitbull me lo dificultaba aún más pues consecuencia del trato que llevó, me comenzaba a gruñir tantito rebasaba la línea imaginaria que delimitaba su zona de confianza que constaba de apenas dos paso y medio, mi preocupación se acrecentaba al percatarme que le aparecían diferentes heridas en su cuerpo, al principio la sospecha de que fueran ocasionadas por un grupo de estudiantes en la carrera de ser el primero en posarse en la esquina de la calle revestidos como chicanos e influenciados por una exagerada película Hollywoodense cuyo doblaje al español echó a perder misma, me llevó a pasar a horas de la noche por aquellas calles solo para evidenciar un amargo circo donde el abuso al desvalido era la función principal, el grupo de cholos parasitarios con sed de lujuria y depravación soltaban a un perro mucho más joven a atacar al viejo can que a duras penas podía levantarse a ir al baño, esto explicaba las diversas heridas en cuello y patas que había visto, lamentablemente mi llegada fue tardía pues entre gritos, risas y aullidos del grupo de pseudo humanos, el perro joven ya había desgarrado el cuello del viejo, difícilmente recuerdo la claridad del evento pues lleno de furia, desesperación, miedo y no sé qué más, corrí hacia ellos gritándoles que se lo quitaran, cosa que parecía eran incapaces, acto seguido en una quizás estúpida decisión donde desconozco el origen de los huevos necesarios que aparecieron para realizar tal hazaña, tomé al joven perro de las patas traseras para jalarlo y casualmente solo así soltó al viejo primo de zorro que yacía tumbado sin moverse, uno de los cholos aprovechose del momento para tomar y levantar del pellejo del lomo al joven can atacante, corriendo a guardarlo a su casa perdiéndose a lo lejos de la manzana en esa noche fría, arremetí en contra de los directores del evento a punta de gritos y amenazas valiéndome del coraje del momento y -seguramente- por tratarse de muchachos un poco más jóvenes y pequeños que yo, mi enojo y furia un tanto irracional provoco me desgarrara la garganta por las diversas palabras altisonantes dirigidas al grupo de cholitos y ocasionadas por la tristeza de ver el cuerpo muerto del viejo canino, esto ocasionó que las jefecitas de los nada valientes chicanitos salieran a defenderlos, junto a dos o tres de sus hermanos mayores que ellos y que yo, donde fui rebajado y culpado por no adoptar al viejo descendiente de lobo en vez de dejarlo en condición de callejero “¿Es tuyo? ¿Entonces que tanto desmadre haces? ¿Si tanto lo querías por que no te lo llevaste? ¿Por qué no lo rescataste?” -entre otras cosas.

La educación comienza en casa, rápido me di cuenta que de nada sirve discutir y menos en esa condición tan alterada, a nada se llega y no se puede cambiar así a la gente, tuve que salir de allí antes de que tuviera el mismo final que el viejo pitbull, aprovechando la presencia de otros vecinos que salieron para quejarse del mismo grupo de chicanitos que siempre hacen desorden en la calle, regrese a mi hogar con diversos dolores y pensares propios de un evento seguramente destinado a mi caminar que con calma y serenidad había que analizar y comprender.

Nada es por casualidad, pasaron días para que el cuerpo en descomposición del viejo mejor amigo del hombre fuera recogido por el servicio de recolecta de basura, yo tenía que pasar con cautela por aquellas calles pues me había ganado un rencor de las aquellas personas ofendidas por mi comportamiento, tiempo duré con el dolor e impotencia que adopté creyendo culpable a toda esa bola de gente indiferente, así mismo, la imagen del cadáver del viejo can que aparecía cada vez que por mi paso había un perro en la mima condición de abandono, un recuerdo al que estuve tan aferrado por tanto tiempo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario