Eran momentos difíciles, parecía un canto entonado por algo más grande que nosotros, no podíamos comprender, había dejado de llover, la tierra estaba ya muy ceca, ya no había agua y el alimento escaseaba, la amargura provocada por esta desventura enfermaba a mi pueblo, yo era joven y aún tenía bastante fuerza, regale mi ración de agua a los que de ella requerían, que más podía hacer, cuando los ancianos se reunieron en la Sierra para el dialogo de esta penumbra, ya me imaginaba la decisión a tomar, también me parecía lo más adecuado, salir de cacería a las afueras, cuando se acordó en mandar a cuatro jóvenes no dude en ofrecerme de voluntario, tenía la certeza de que había mucha esperanza en mi corazón, y ese misterioso canto que podía percibir parecía decirme que tenía que ir, los jóvenes elementales nos llamaban, representando 4 elementos cada quien fue todo un honor representar al agua.
Fuera poco o mucho lo que pudiéramos encontrar no importaba, teníamos que intentarlo, estaba dispuesto a dar la vida por mi pueblo.
Esa noche tuve un sueño inolvidable, la luna enorme y roja parecía que se disfrazaba con el sol y aquel armadillo azul y rosa que se convertía en desierto, fue una noche dura.
Salimos antes del amanecer para aprovechar la brisa del sereno, los arcos y flechas fueron bendecidos en el rezo de los ancianos, me parecían muy pesadas mis flechas, después de la bendición acordarnos referirnos los unos a los otros como los elementos a los que representábamos, la partida fue dura y aún más la despedida, tenía esperanza, fueron días los que caminamos y no dejaba de pensar en aquel sueño, la noche nos refrescaba y a mí me gustaba sentir el sol en la piel, ansiaba una señal, hasta que en una tarde apareció, aire y tierra juraron escucharlo detrás de los abundantes arbustos, que al estar secos parecía que me nublaban la vista, al cruzarlos vimos las huellas del venado Marratutuyari, al seguirlas pude verlo, era enorme y me pareció ver que sus cuernos brillaban de color azul, él nos miraba como si nos estuviera esperando, dominados por la emoción decidimos correr hacia el pero no lográbamos acercarnos, cansados y hambrientos manteníamos la carrera para no perderlo de vista hasta que no pudimos más, caímos al suelo por el cansancio, fuego comentó que el venado estaba esperándonos y era verdad, el seguía en pie frente a nosotros, pero algo había en su rostro, parecía que sentía una enorme compasión, eran unos ojos llenos de tanta ternura que me hipnotizaban, no podía dejar de mirarlo, en un momento perdí el sentido y caí en sueño, recuerdo despertar por un momento en esa noche y verlo brillar, al tratar de levantarme el volteo su mirada hacia mi destellando una luz tan brillante que sentí me llenaba de ella, que me envolvía en un manto tan fino de esa luz, fue entonces que despertamos y el seguía ahí, dando pequeños brincos como provocándonos para seguir persiguiéndolo, y así fue, en ese momento fuego aseguraba de que el venado nos estaba guiando hacia algún lado.
No sé en qué momento pasó pero ya nos encontrábamos cerca de un cerro que me recordaba al armadillo de mi sueño, difícilmente lograba diferenciar ya en qué momento estaba soñando y en cual no, de pronto se alejó bastante pues algo nos hizo reducir el paso, tierra decía que detrás del cerro se encontraba el lugar donde habita el espíritu de la tierra, seguimos trotando por la colina cuando vimos al venado saltando justamente hacia el lugar que nos dijo tierra, perdimos al venado viéndolo correr a lo lejos, ofrecimos nuestros respetos y entramos al lugar, pero el venado ya no estaba, el sol era más pesado ahora y me deslumbraba un poco, fue cuando sentí un calor delante mío y creí ver al venado parado a unos pasos delante de mí, fue entonces que lancé la flecha pero esta lo atravesó como si fuera solo una sombra y así mismo desapareció el venado, pero la flecha había caído en una familia de plantas espirales que brillaban de mil colores, nunca había visto un destello así, era lo más hermoso que había presenciado, mis compañeros se encontraban igual que yo que pareciera tuvimos la misma idea a la vez, cortar las plantas para llevarlas al pueblo, fue hasta que las cortamos que nos dimos cuenta de que se había formado la figura del venado con las raíces.
Estábamos muy confundidos, pero no podíamos esperar a llegar al pueblo, fue en este momento que me di cuenta que habíamos viajado por semanas, no podía creer que soportamos tal trabajo, viento se guiaba con las estrellas lo que nos dio bastante seguridad, hasta que lo vimos a lo lejos, nuestro amado pueblo Wixárika brillaba, fue tan emotivo, todos esperaban nuestro regreso, nos dirigimos directamente con los ancianos quienes trataron de interpretar toda la travesía, a esto comenzaron a repartir la planta entre toda la población, de pronto no sé si fue por el cansancio del viaje o por que la planta sacio mi hambre y sed, pero pude notar que alrededor del pueblo se formó una cúpula amarilla que nos cubría, el canto que escuchaba antes ahora se había convertido en sonrisas, había felicidad, ya no había hambre ni sed, habíamos sido guiados a descubrir una planta medicinal, una planta milagrosa, había terminado el tiempo de llorar ahora era tiempo de cantar.
Al escuchar lo que pasó en el pueblo en nuestra ausencia pude darme cuenta que gracias a las plegarias de las personas fuimos capaces de regresar, habíamos sido convertidos en instrumentos del gran espíritu y del amor, en mensajeros.
La planta nos dio la comprensión de la enfermedad que nos habitaba y así mismo la manera de sanarnos, fue a través de ella que encontramos la conexión directa con el gran espíritu, desde entonces nos dimos a la tarea de respetarla y respetar todo lo que representa, es un honor realizar la travesía para ofrendar nuestro respeto y realizar tributos como muestra de agradecimiento por el gran trabajo a realizar que en esa infinita sabiduría nos ha develado.
Cada año volveremos al desierto a agradecer por lo que somos, por el alimento y salud de mi pueblo.
-Riichi
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